Llevar la chapa del millenial es un problema. Y más aún si uno no es pecisamente popular. Y peor, cuando una plataforma dentro de algo tan perverso como puede llegar a ser Internet consume a un grupo de personas tan cercanos a mí como es mi familia.
«Ya sé que es una ironía usar un medio para criticar el mismo… ¡no lo mencionen!»
Verán, he tratado de utilizar Facebook de cuanta forma se me ha sido posible: como muro de los lamentos y como una versión malinterpretada de Twitter en la época que recién lo descubrí (2007-2009), como una forma de desahogo aún peor (2009-2011), como una bitácora de mis anteriores fracasos amorosos (2011-2013) y finalmente tratando de darle un uso buscando información rápida o algún beneficio monetario (2014-) pero no hay caso. Siempre hay algo que termina por desagradarme de aquella maldita red social.
Y es que en realidad nunca me cupió en la cabeza que mi familia le diera tanta importancia a una red social, y que a través de ella empezaran a desarrollarse un sinnúmero de situaciones desagradables al menos para mí, que he tratado en mi corta vida de nunca tomarme Internet en serio.
En Internet uno puede ser cualquiera. Y para cualquier individuo que no me conociera perfectamente podría ser Patty LaBelle, una plomera de 45 años inmigrante que vive en el extremo sur de Iquique… por decirles algo. Podría ser cualquier persona, tener cualquier identidad en Internet y aún así seguir siendo yo perfectamente en la vida real, pero eso ya es harina de otro costal.
Lo que quiero tratar de decir es que el compilado de cosas terminó por terminar apestándome. Lastimosamente, uno al ser miembro numerario de la vorágine de las redes sociales de inmediato uno empieza a padecer cierto síndrome de abstinencia cuando algo a lo que le dedicabas cuantioso tiempo de tu día, de pronto ya no está.
Se me hacen muy lejanas aquellas tardes de 2008 en la micro, donde con mi humilde Nokia 6620 intentaba conectarme a Internet con un explorador muy cutre a mi cuenta de Facebook, y era el tipo raro por tener cuenta en ese entonces… hace nueve años las cosas aún eran muy distintas a hoy, y sobre todo en lo que a qué tan conectados estamos refiere.
Finalmente, si es que uno deja de lado Facebook, tienes a mano un montón de otras herramientas para comunicarte con el resto de la gente: tienes WhatsApp e Instagram que pertenecen a la misma corporación, tienes reddit si quieres leer algo, tienes Twitter si quieres interactuar con otras personas, tienes Telegram para comunicarte con tus seres «queridos» o si no, la clásica llamada de voz, es que con tanta aplicación se nos olvida que el aparato que traemos encima también sirva para llamar.
Espero que esto me sirva como terapia.
(P.S.: Si llegaste a este artículo intentando contactarme, puedes enviarme un correo electrónico si es que no tienes mi número de teléfono.)